El que calla, otorga.

Desde niños nos enseñan a decir siempre la verdad, como si el mentir fuese el mayor de los pecados y motivo suficiente para estar castigados sin postre. Pero cuando nos hacemos adultos la mentira pasa a ser la única verdad que conocemos y la verdadera realidad queda archivada en un pozo sin fondo; porque hay momentos en que las criticas constructivas pasan a ser simplemente criticas y que decir lo contrario de lo que realmente pensamos es simplemente una mentira piadosa.
En un mundo donde la hipocresia esta a la orden del dia apenas queda hueco para aquellos que todavia creen en lo que en otro tiempo, sus padres les inculcaban. Pero, a pesar de todo, no podemos callarnos por miedo al eco que nuestras palabras puedan provocar o por nadar en una dirección que por ser la opuesta, muchos consideran la equivocada.
Hace no mucho alguien me conto que se dice por ahi que la profesion de periodismo no vale hoy en día porque un periodista nunca puede decir lo que realmente piensa. ¿Alguien nos pone una pistola en la cabeza para que mintamos, o es nuestro miedo a ello lo que supuestamente nos hace callar? Política, relaciones, ideas...en cualquier campo de la vida tenemos ambas opciones, una es la que nos lleva por el camino corto y la otra la que nos marea un poco más; pero ¿hay pruebas de que ambas no desembocan en el mismo punto? No lo sabemos, ni siquiera lo hemos probado.
Quizá no sea plato de buen gusto que cuando te crees que lo haces todo bien, alguien te venga y te diga lo contrario; o que ese vestido que tan perfecto te parece, a ojos de tu novio no sea mas que una tela similar a la de las cortinas de su casa; es más, muchas veces preferimos escuchar lo que nuestros oidos nos piden aun a riesgo de saber que no es cierto. Porque está claro que es mejor no decir lo que pensamos para que no se note la distancia entre eso y como actuamos, llegando a un punto donde ficción se mezcla con realidad y todo lo que es mentira creemos que es verdad.