jueves, 22 de marzo de 2012

To escape from this no past land.

Era uno de esos días de lluvia. Pero no una lluvia cualquiera, era de esa clase que te cala los huesos. Y la ropa. Pero eso era culpa del paraguas, que había decidido quedarse en casa, debajo del desorden.  O quizás era de ella por negarse a los abrigos. Para ella ya era primavera, aunque el tiempo no dijese lo mismo. Era pura cabezonería. Su madre siempre dijo que le vendería a cualquiera hielo en Alaska si se lo propusiese. Puede que si. Pero ahora solo prestaba atención a la suela de aquellas Converse tan desgastadas. Su madre también decía algo de esas viejas zapatillas. Parecía que Madrid entero se había fundido. Pero qué bonita era aquella ciudad bajo la lluvia, tenía un encanto especial. Lo suyo era amor ciego, un romance con la Gran Vía. El ruido de la lluvia sonaba a una canción de Oasis. Empezaba a notar como el maquillaje se derretía por sus mejillas. Cómo el agua deshacía ese alisado que tanto rato le había llevado conseguir. Y tras varios kilómetros y un par de canciones comenzó a sentirse libre. Más de uno se giraba al verla pasar. Tenía un aspecto realmente caótico. Los rizos se deslizaban por su cuello al igual que los últimos restos de su máscara. Era esa clase de lluvia que te cala los huesos. Se detuvo frente a un escaparate y observó su reflejo. De sus bolsillos intuyó un cigarro que fue directo a sus labios y, tras encenderlo, le metió una calada por cada error. Exhaló el humo. De golpe, una media sonrisa se le escapó entre calada y calada. Estaba viva.

martes, 20 de marzo de 2012

lunes, 19 de marzo de 2012

Same old song.

Es increíble como de golpe y porrazo la vida te demuestra una vez más que no se anda con tonterías. Que cualquier instante es el último y que está dispuesta a demostrártelo estés preparado o no. Afortunadamente el hecho de estar aquí y ahora escribiendo esto es la demostración más palpable de no haberlo vivido en carne propia. Aun así, no se me olvida.

Todos lo hemos oído en más de una ocasión. Yo misma he escrito sobre ello en más de dos. Que si carpe diem que si vivere memento... cientos y cientos de citas en latín, de proverbios chinos, de frases de película que nos instan a vivir el momento. A no desaprovechar las oportunidades. Y sobre todo, a intentar no haber vivido en vano.

Porque sí, porque a todos nos aterra la idea de no ser eternos. Al menos no físicamente. Pero es algo que asumimos, que, por ahora (nunca digas nunca), es inevitable. Sin embargo existe la posibilidad de dejar huella. El cielo podrá existir para unos si y para otros no, al igual que la posibilidad de acabar reencarnado en hormiga o en el Dalai Lama según la manera de haber llevado tu efímera existencia. Pero hay algo en lo que todos creemos, en que alguien nos eche de menos llegado el momento. La eternidad reflejada en la mente de otra persona.

Quizás eso sea lo único que nos termina diferenciando. Creo en la igualdad, creo que, independientemente de nuestra forma de vida, a todos nos depara el mismo final; antes o después. Pero es cierto que no todos los finales por el hecho de serlo son iguales. La película puede acabar entre aplausos o con absoluta indiferencia, incluso puede que gane un Óscar si ha sido especialmente buena.

Parece obvio, parece una tontería. Es cierto que en líneas generales casi todo el mundo se lleva consigo al menos un "adiós", una lágrima o una sonrisa amiga. Pero existen muchas otras personas de las que nadie sabe ni su final. Son cifras, son estadísticas policiales o como decía Kansas  "polvo en el viento". Para unos cuantos, la vida de otro no vale un centavo.

Por eso hoy escribo esto. Porque, como dice una frase de un libro, mucha gente se va "de la peor de las maneras, sin una oración, sin una flor..." Va por todos ellos.