jueves, 22 de marzo de 2012

To escape from this no past land.

Era uno de esos días de lluvia. Pero no una lluvia cualquiera, era de esa clase que te cala los huesos. Y la ropa. Pero eso era culpa del paraguas, que había decidido quedarse en casa, debajo del desorden.  O quizás era de ella por negarse a los abrigos. Para ella ya era primavera, aunque el tiempo no dijese lo mismo. Era pura cabezonería. Su madre siempre dijo que le vendería a cualquiera hielo en Alaska si se lo propusiese. Puede que si. Pero ahora solo prestaba atención a la suela de aquellas Converse tan desgastadas. Su madre también decía algo de esas viejas zapatillas. Parecía que Madrid entero se había fundido. Pero qué bonita era aquella ciudad bajo la lluvia, tenía un encanto especial. Lo suyo era amor ciego, un romance con la Gran Vía. El ruido de la lluvia sonaba a una canción de Oasis. Empezaba a notar como el maquillaje se derretía por sus mejillas. Cómo el agua deshacía ese alisado que tanto rato le había llevado conseguir. Y tras varios kilómetros y un par de canciones comenzó a sentirse libre. Más de uno se giraba al verla pasar. Tenía un aspecto realmente caótico. Los rizos se deslizaban por su cuello al igual que los últimos restos de su máscara. Era esa clase de lluvia que te cala los huesos. Se detuvo frente a un escaparate y observó su reflejo. De sus bolsillos intuyó un cigarro que fue directo a sus labios y, tras encenderlo, le metió una calada por cada error. Exhaló el humo. De golpe, una media sonrisa se le escapó entre calada y calada. Estaba viva.

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